Manifiesto 25N CCOO Enseñanza Andalucía

22 de noviembre de 2021
El seis de diciembre de 1989 fueron asesinadas en Canadá catorce adolescentes por cursar una carrera destinada a hombres: el asesino entró en la Escuela Politécnica de Montreal, separó a los hombres de las mujeres y al grito de “¡feministas!” abrió fuego contra estas últimas suicidándose después.  Desde aquel día, el seis de diciembre se conmemora en Canadá el día contra la violencia contra la mujer.
En 1991 un grupo de hombres canadienses crearon la Campaña del Lazo Blanco, lucen uno como símbolo de su compromiso de no cometer actos violentos contra las mujeres, ni permanecer callados ante las violencias machistas.
La Campaña del Lazo Blanco se ha ido extendiendo al resto de países y continentes. La idea de implicarse e implicar a otros hombres para lograr que cosas así no ocurran más, pasa por romper el silencio, pedir a los hombres que hagan oír su voz, que denuncien y animen a otros a examinar sus actitudes hacia las mujeres, y que recuerden que todo hombre que calla ante la violencia contra las mujeres es parte del problema. También nos recuerda la responsabilidad colectiva de los hombres para cambiar las actitudes machistas, los comportamientos, las leyes y las instituciones que perdonan o permiten a los hombres cometer actos violentos.
La violencia contra las mujeres ha existido siempre; en todas las épocas se ha legislado contra ella y ha habido casos en que los agresores han sido condenados con todo el peso de la ley, pero presentándolos como resultado de circunstancias anormales o patológicas en lugar de como manifestaciones de un problema más profundo, para que se vieran como casos aislados. Sorprende que haya tantos hombres que piensen que el problema de las agresiones machistas no tiene que ver con ellos porque ellos no agreden a nadie.
Pero el compromiso de los hombres *de* no agredir a las mujeres y denunciar a quienes lo hagan es, pese a su importancia indiscutible, un gesto insuficiente, porque nos enfrentamos a un problema que hunde sus raíces en la cultura, la educación, las subjetividades y la vida cotidiana. Es necesario un esfuerzo consciente y constante para erradicar las semillas de la violencia de género. Un esfuerzo que promueva en los hombres un cambio personal y colectivo mucho más profundo que el rechazo racional y razonado de las manifestaciones más sangrantes del fenómeno, que son las que logran acaparar la atención de los medios de comunicación. Un cambio que modifique el conjunto de las relaciones que mantenemos con las mujeres, con el resto de los hombres y con la vida cotidiana. Un cambio que precisa de una nueva distribución de las prioridades personales y un incremento del tiempo que dedicamos a la casa en detrimento del que nos ocupa el trabajo remunerado o las relaciones sociales.
Por eso es tan necesario que los hombres la rechacemos dando la cara, porque estamos en las mejores condiciones para deslegitimar a los agresores diciendo públicamente que ser hombres no tiene nada que ver con la violencia hacia las mujeres y que sin machismo no habría desigualdades de género, oprimidas ni subordinación.
Todos hemos sido educados en una sociedad machista, y seguramente hemos incurrido en formas de microviolencia contra las mujeres, no necesariamente conscientes ni intencionadas; esto nos obliga a permanecer siempre alerta y tratar de lograr que nuestros hijos e hijas no reproduzcan las mismas microviolencias asegurándose una educación igualitaria.
Implicarnos contra la violencia hacia las mujeres no nos exige comportamientos heroicos como los de Daniel Oliver o Jesús Neira, aunque estos fueran ejemplarizantes. Basta con un ser y un estar igualitario en la vida y las relaciones, que deje claro que nos molestan las expresiones y las conductas machistas, para que los menos igualitarios se sientan incómodos y presionados a cuidar lo que dicen o hacen en nuestra presencia. Para lograr este resultado hace falta algo más que aprenderse y repetir el discurso; es necesario que se perciba la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, que seamos autocríticos y nos esforcemos *en* asumir las responsabilidades que descargamos en nuestras parejas en el hogar, al tiempo que somos respetuosos e igualitarios con el resto de las mujeres con las que nos relacionamos en otros ámbitos.
La llamada permisividad en el trato con mujeres, permisividad que pasa por comentarios, alusiones al físico, miradas insistentes o incluso tocamientos más o menos “inocentes”, entre otras cosas, forman parte de lo que muchos hombres consideran como comportamientos habituales de convivencia. El no discriminar si ese comportamiento es bien recibido o no, si puede ser ofensivo para la persona receptora del mismo o no, si es rechazado de forma más o menos evidente por la persona receptora o no, si pone a esta persona en una situación incómoda o no, todo ello y más queda en muchos casos tapado por la creencia masculina de “normalidad” de su comportamiento. Es más, en muchos casos se da por sentado que la receptora de los mismos debería sentirse halagada y agradecida de ser así tratada.
Sabemos que la violencia machista suele ir de menos a más, que va pasando de la desconsideración a la falta de respeto, y de ahí a la violencia psicológica, física o sexual.
Por todo ello, los hombres aquí reunidos SOMOS Hombres por la Igualdad, contra la desigualdad sexista, y contra la violencia de género, por ello:
• Nos COMPROMETEMOS a seguir impulsando la Campaña Internacional del Lazo Blanco de Hombres contra la Violencia hacia las mujeres.
• Portamos un lazo blanco como COMPROMISO de no cometer ningún acto sexista, disculparlo, o permanecer en silencio.
Nos COMPROMETEMOS a trasladar este mensaje en nuestro entorno, sumando a hombres que no quieran ser parte del problema, sino de la solución.
• Los hombres aquí reunidos, nos COMPROMETEMOS a ser modelos de hombres pacíficos, igualitarios, dialogantes, y respetuosos en el trato con las mujeres para las generaciones más jóvenes.
Nos COMPROMETEMOS a educar en y para la igualdad con nuestro ejemplo, cuestionamos nuestros micromachismos para eliminarlos, y fomentamos en la medida de nuestras posibilidades programas y proyectos educativos a favor de la igualdad y contra la violencia de género.
• Los hombres aquí reunidos nos COMPROMETEMOS a ser justos, respetuosos, y comprometidos con la igualdad entre los sexos.
• Estamos aquí testimoniando nuestra apuesta clara e inequívoca como hombres, a favor de la igualdad y contra todo tipo de violencia de género, y animamos a todos los hombres de la comunidad universitaria y del resto de la sociedad, a sumarse a este compromiso.

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